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Se puede no creer?, nuevo libro de Bouveresse
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Percepción diferente
Bouveresse profundiza en el fenómeno religioso actual con una percepción diferente. Tal como explica en su obra, nuestra sociedad siente la necesidad de creer para restaurar un vínculo social disuelto como consecuencia del progreso del individualismo democrático. Por otro lado, cada vez más se tiene la sensación de que la ciencia y la razón han perdido su capacidad de atracción o su supremacía, y ya no responden a nuestras necesidades.
Para Bouveresse, los racionalistas han dado la impresión de pensar que la religión debería haber sido reemplazada hace tiempo por cualquier otra cosa que no fuera una religión, pero como eso no sucedió, actualmente nos enfrentamos a una situación que no se contempló inicialmente: se utiliza de manera diferente la religión por parte del poder y de la política.
Por otro lado, muchos de aquellos intelectuales que se consideran a sí mismos no creyentes, se posicionan como defensores de la religión en nombre de cuestiones como la necesidad de lo sagrado y lo trascendente, o defienden la idea de que el vínculo social no pueda ser más que de naturaleza religiosa.
Falsa creencia
¿Realmente el ser humano tiene una necesidad irrevocable de creer? ¿Es racional mantener nuestras creencias en aquellas cuestiones a las que la razón no alcanza ? ¿Son todas las creencias religiosas respetables sólo por el mero hecho de que sean creídas ?
Bouveresse se plantea todas estas cuestiones e intenta resolverlas discutiendo con las ideas de autores como Nietszche, Renan, James, Russell, y Freud, entre otros.
Según escribe Bouveresse al respecto en Le Monde Diplomatique, no es serio justificar la creencia religiosa alegando que tenemos necesidad de ella o, en cualquier caso, de creencias. Podría decirse, en su opinión, que la fe es una forma específica de creencias que puede servir para la solución de problemas de una especie particular, pero el hecho de que no podamos pasar sin ella, ahora o hasta ahora, no implica que no llegue el momento en que se pueda prescindir de la fe de forma definitiva.
Bouveresse evoca en este aspecto a Bertrand Rusell, que señalaba que si el ser humano pretende evitar lo peor, debe mostrarse capaz de pensar de manera verdaderamente no religiosa (Rusell pensaba que era improbable que existiera un dios y sostenía que la religión, a pesar de algunos efectos positivos, era considerablemente dañina para las personas).
Hecho histórico
Bouveresse concluye que el hecho histórico es que el anunciado deterioro de la religión no se ha producido y, además, parece que hay una forma de renacimiento religioso, de la que los racionalistas son incapaces de darse cuenta.
¿Es que acaso los efectos del proceso de secularización no fueron sólo positivos sino que, también, implicaron una potenciación del radicalismo religioso, como está sucediendo actualmente en Estados Unidos, donde la política hace uso de este radicalismo para determinar el "imperio del bien" y "el imperio del mal"?
Estados Unidos parece capaz de aceptar saber menos (esto es, seguir siendo una nación religiosa, en el sentido más tradicional e incluso anticuado del término) para tener más poder.
Para Bouveresse, la solución sólo puede residir por tanto en la capacidad de la sociedad de transformarse y reorganizarse hasta encontrar la autoridad y el prestigio suficientes, sin necesidad de reintroducir de manera artificial la religiosidad en las instituciones, las acciones y las costumbres, en un intento de fortalecer y reconstruir de esta forma el vínculo social perdido.
Repaso a una vieja cuestión
Su obra es fundamentalmente un repaso actualizado de una vieja cuestión: la relación entre fe y razón, la naturaleza de la experiencia religiosa, la posibilidad de una ética de la fe, las relaciones entre religión, ciencia, verdad y democracia. Tal como ha señalado al respecto Liberation, su propuesta es inscribir la “inteligencia de la fe” en las “racionalidades contemporáneas”.
Bouveresse plantea que si existe hoy una razón para creer, generalmente se tiene fe debido a motivos ajenos a la religión. También que algunas formas de creencia actuales no merecen ningún respeto y que la falsa religión se ha hecho tan poderosa como la verdadera. Por ello es necesario desarrollar “virtudes epistémicas” capaces de convertir la “conciencia religiosa” en “conciencia secular”, más crítica con ella misma y “más dispuesta a limitar de forma razonable sus pretensiones”.
Bouveresse concluye señalando que la falta de fe religiosa tiene suficiente base para perdurar en la actualidad, porque no hay motivos para temer que emprendiendo el camino de una ciencia laica se corra el peligro de adentrarnos en el camino de la inmoralidad y del crimen.
Para Bouveresse, el verdadero crimen sería despreciar cualquier tentativa de tener una aproximación, aunque sea poco objetiva, a la realidad, y reducir al hombre a la insensibilidad propia del “relativismo radical” que caracteriza a la sociedad actual, donde la ciencia es acusada de ejercer una “dictadura policial” sobre los espíritus que se expresan de otra forma.
Y señala: el 50% de la población adulta cree en la percepción extrasensorial, el 42% en las casas encantadas, el 41% en las posesiones diabólicas, el 36% en la telepatía, el 32% en la videncia, el 28% en la astrología, el 45% en la lectura literal de los textos bíblicos… ¿Se puede no creer en una sociedad así?
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